Normalmente, creemos que nuestro estado de ánimo está definido por los hechos o acontecimientos que ocurren a nuestro alrededor. Si bien estos hechos determinan gran parte de nuestro bienestar o malestar emocional, no es el único factor que lo explica. Los pensamientos racionales e irracionales que tenemos en nuestros entrenamientos son los que marcan muchos de nuestros resultados.
Si asumimos que sólo los «hechos», nos marcan el estado de ánimo, sólo estaríamos en un adecuado equilibrio emocional cuando las circunstancias que nos rodean fueran positivas. Sin embargo, en numerosas ocasiones suceden hechos que no nos hacen sentir bien (por ej., no haber logrado completar los kilómetros que teníamos pensado recorrer con la bici en un entrenamiento concreto).
Si únicamente los hechos, nos marcan el estado de ánimo, tendríamos poco o nada que hacer antes estas situaciones desagradables que ocurren a nuestro alrededor. Sin embargo, el factor que más explica el malestar que nos producen algunas de las cosas que nos pasan son nuestros pensamientos, o más bien, nuestra forma de interpretar los ocurrido.
En numerosas ocasiones nos damos a nosotros mismos mensajes negativos o irracionales sobre lo ocurrido. Por ello es importante diferenciar el pensamiento racional del irracional.
Los pensamientos racionales e irracionales en los entrenamientos.
El pensamiento RACIONAL:
- Es verificable, evidente, consistente con la realidad, es decir está basado en hechos o datos fiables y por lo tanto se puede demostrar que se corresponde con la realidad (Ej. “no he mejorado mi tiempo con respecto a la maratón anterior»).
- Produce emociones de baja intensidad y poca duración.
- Ayuda a conseguir metas y facilitan la acción adecuada a mis propios propósitos, siempre y cuando éstos sean realistas sobre todo en lo que concierne a las expectativas que tenemos de realidad, los demás y yo mismo/a (Ej. ”Entrenaré duro para conseguirlo en la próxima carrera”).
El pensamiento IRRACIONAL O DISFUNCIONAL:
- Produce un sentimiento, sensación o emoción negativa de intensidad media o fuerte y de larga duración (Ej. “no he bajado de tiempo porque no valgo para correr”).
- Exagera las consecuencias negativas de un hecho. Es un pensamiento que contienen palabras o implicaciones como horrible, terrible, espantoso, no lo puedo soportar, ¿cómo es posible?, nunca, siempre… (Ej. “es espantoso no haber superado mi marca”, “nunca lo conseguiré”).
- Reflejan demandas u obligaciones no realistas sobre uno mismo o sobre los demás -debe ser, tiene que, debería, yo esperaba, me ha/he decepcionado.
El pensamiento irracional o disfuncional tiene el poder de inducir al deportista en una profunda inseguridad y percepción de escasa valía. Es importante tomar conciencia de que tipo de pensamientos y mensajes utilizamos cuando fracasamos en nuestras metas.
Para lograr destruir el pensamiento irracional podemos cuestionarnos lo siguiente:
- Asegurar la evidencia de mi interpretación: ¿Cómo sé que lo que me estoy contando es cierto?; ¿Cómo lo podría demostrar?; ¿Por qué sé que esto es verdad?; Para seguir creyéndomelo tengo que encontrar hechos que lo avalen, ¿Tengo hechos? (Ej. ¿Qué pruebas tengo para afirmar que no valgo para la natación? ¿Nunca he conseguido superar la marca que me he propuesto?).
- Si encuentro datos que avalen ese pensamiento: ¿Es tan terrible?; ¿Puedo vivir con ello?; Bien es así, ¿y qué? (Ej. Ser el primero en mi deporte es importante, pero… acepto que tengo que seguir trabajando para lograrlo, ¿es tan terrible no ser el primero en la primera competición que hago?; Quizás la natación no es el deporte que mejor se me da, pero existen otros muchos para practicar).
- Buscar la rentabilidad de mi pensamiento: ¿Qué ventajas me está trayendo mi forma de pensar?; ver la realidad así ¿me está haciendo sentirme/actuar mejor?; si puedo así ¿soluciono mis problemas? (Ej. ¿Qué consigo pensando que no valgo para la natación? ¿Me ayuda a mejorar mi técnica? ¿O por el contrario me desmotiva y hace que el entrenamiento se convierta en el peor momento del día?).
Por lo tanto, son muchas las maneras de pensar de forma un poco más racional ante los pequeños o grandes “fracasos” a los que nos enfrentamos cada día. Todo deportista ha de tener motivación para seguir aspirando alto, pero estas metas no tendrán sentido si están “irracionalmente” propuestas, o si sus pensamientos acerca de si se consiguen o no “le atacan y culpabilizan”, restándole motivación y energía, en lugar de ayudarle a seguir mejorando.
Por lo tanto, conviene ser justo con uno mismo y no solo focalizar en lo NO conseguido, intentando siempre reconocer y reforzar los logros que se consiguen, y para ello, nada mejor que reflexionar y repasar con la honestidad la trayectoria deportista llevada a cabo, en la cual, lo más probable es que haya más logros que fracasos, de lo contrario… ¿seguirás, a día de hoy, luchando para mejorar en tu especialidad?
Ana Pastor (Psicóloga)